En el barrio de xx sus habitantes tienen una esperanza de vida tres años inferior a la de sus barrios aledaños. Todas sus historias son muy diferentes pero tienen elementos en común. El paro, los números rojos, la enfermedad, el hambre, la posibilidad de perder su hogar y el miedo al futuro que alimentan sus preocupaciones y marcan a fuego su calidad de vida.
Son las historias de Juani y Pablo, Rosana y David con sus 3 hijos y la de “La señora Carmen”, que a sus 90 años se permite el lujo de encender la calefacción 2 días a la semana.
Hablamos de pobreza energética, una situación en la que un hogar es incapaz de pagar una cantidad de energía suficiente para la satisfacción de sus necesidades domésticas. También se da cuando el habitante se ve obligado a destinar una parte excesiva de sus ingresos a pagar la factura energética de su vivienda.
Y este concepto de pobreza energética difiere en función del grado de desarrollo de los países. En los desarrollados se trata de un problema de sobreesfuerzo o capacidad de pago de las facturas de la energía, no de acceso, mientras que en los países en vías de desarrollo, se trata de un problema de acceso a fuentes de energía modernas como gas o electricidad, más que a la incapacidad de asumir su pago. En ambos casos hay desigualdad energética y afecta a sus condiciones de vida. Las causas que generan esta precariedad energética son diversas, si bien existen tres factores fundamentales:
- Bajos ingresos del hogar
- Calidad insuficiente de la vivienda
- Precios elevados de la energía
Hoy día nadie discute la meta de descarbonizar por completo la economía en 2050 si queremos cumplir con el Acuerdo de Paris y contener el calentamiento global. Para ello debemos apretar el acelerador desde ya y conseguir que el 50% de la energía final que utilizará la economía española en 2030 esté cubierta con energías renovables, así como el 80% de la electricidad que entonces se genere. El cambio de rumbo, en definitiva, tiene que empezar ya para que pueda dejar sentir sus efectos en poco más de una década. Es peligroso y tremendamente irresponsable pretender iniciarlo más adelante.
Para iniciar hoy el cambio de rumbo y que sus efectos se dejen sentir ya en 2030, debemos poner en marcha ambiciosos (pero perfectamente viables) planes de actuación en los ámbitos de la demanda y la oferta, así como otra serie de medidas transversales. El autoconsumo debe desarrollarse de forma prioritaria. La reciente convalidación del Real Decreto-Ley 15/2018, de medidas urgentes para la transición energética y la protección de los consumidores, abre una enorme ventana de oportunidad para desarrollar el autoconsumo en nuestro país y empoderar al consumidor, convirtiéndolo en un sujeto activo y central del sistema energético.