Es momento de actuar. El estado de las viviendas en España, unido a los graves problemas de accesibilidad, precariedad energética, falta de acondicionamiento para los mayores y contaminación a los que está expuesta una gran parte de la población, es crítico.
La situación actual derivada de la COVID-19 ha puesto el acento sobre todos estos aspectos, que hacen urgente la necesidad de transformar las ciudades. El confinamiento ha revalorizado la importancia de adaptar y disponer de espacios saludables donde habitamos, pero en España sigue habiendo más de 800.000 edificios de tres o cuatro plantas que no tienen ascensor, lo que implica que más de un millón de personas de avanzada edad o con dificultades de movilidad llevan más de un año sin bajar a la calle. Unido a ello se encuentra el hecho de que más de la mitad de las viviendas existentes en España se construyeron antes de 1980 con un aislamiento muy deficiente.
Así, en nuestro país, donde la vivienda en propiedad es mayoritaria entre la población y el acceso a ella uno de nuestros grandes obstáculos, la solución de estos problemas debería ser un objetivo prioritario.
La Fundación Ressa, en colaboración con La Fundación Santa María la Real, trabajan con gran ilusión en el proyecto Raíces de Barrio con el objetivo de contribuir a una mejora de todo lo anterior a través de diferentes acciones: mejora de la habitabilidad y aislamiento de las viviendas para aumentar el confort y la eficiencia energética, lo que supone un ahorro económico y una importante reducción de emisiones; instalación de ascensores y eliminación de barreras arquitectónicas, resolviendo el gran problema de la movilidad y accesibilidad; desarrollo de zonas comunes, habilitando plazas, jardines y espacios interbloques para fomentar la relación social y la expresión artística, cultural y deportiva; huertos urbanos, aparcamientos de bicicletas, puntos de recarga de vehículos eléctricos, etc.
En resumen, se pretende situar a las personas en el centro del diseño de las ciudades para responder a sus necesidades e inquietudes y realizar actuaciones que fortalezcan el tejido social y ciudadano.
Además, estas actuaciones contribuyen a la creación de empleo local, al dar trabajo a las personas que viven en la zona para la ejecución de las actuaciones necesarias, mientras se abre un espacio a la formación, a la innovación y a la esperanza.
Afortunadamente disponemos de medios y tecnología que hacen viables económicamente dichas actuaciones, pero se sigue necesitando una política pública que las coordine y las facilite. Nuestra sociedad envejece y nuestros pueblos se vacían, y ambos aspectos hacen que se agrave el problema de la soledad y del olvido. Adicionalmente también se produce una pérdida de raíces, de cultura y de tradiciones. Es tiempo de actuar.